Capítulo 2
Estaba comenzando a enamorarme de él…
Ese día dormí fatal. Le estuve pegando muchas
vueltas al asunto. Y para colmo, me había levantado con el pie izquierdo ese día.
Llegué tarde a la escuela. Me dormía en clase. Los profesores me llamaron la
atención. Las chicas del otro día pasaron de mí y parecía que me evitaban. Era
un día de perros…
Mi salvación fue el timbre de fin de clases,
cuando sonó me sentí aliviada, como si me hubiera quitado una carga de encima.
Suspiré.
“¿Ah? ¿Tienes mal de amores?” me dijo Asahi
mientras recogía al verme suspirar.
“¡¿Q-qué?!¡Por supuesto que no!” me sonrojé.
“Bueno, ya sabes lo que dicen: cuando alguien
suspira es que sufre de amores.” rió.
“Sólo tengo un mal día…” dije perdiendo la
mirada en el suelo.
“Todos hemos tenido un mal día alguna vez.”
Intentó animarme. “Qué, ¿hoy te vendrás a vernos?”
“Ah, lo siento, tengo un trabajo de clase
bastante atrasado…” mentí. Su cara se apagó. “Tal vez mañana.”
“Bueno, pues espero que puedas acabarlo lo
antes posible.” Volvió a sonreír.
“Recuerda, en el club siempre habrá un hueco
para ti. ¡Hasta mañana!” dijo saliendo por la puerta.
Qué palabras tan amables. Y luego lo tratan
de delincuente. La gente hoy en día sólo se fija en las apariencias…
Cuando salí de clases, fui a dar un largo
paseo por todo el barrio y despejarme de todo. Caminaba sin fijarme dónde iba,
a menudo daba vueltas por el mismo sitio, sólo estaba evadida en mi mundo para
así sentirme mejor. Sin darme cuenta, así pasé toda la tarde, y entre rodeos y
rodeos, topé con uno de los del club de volley. Pelo gris, y un lunar que le
caracterizaba en su mejilla izquierda. Era un chico bastante amable y siempre
se preocupaba de los demás. ¿Cómo se llamaba? Mmmm… Creo recordar que su nombre
era Kôshi Sugawara. Él también se percató de mi presencia y se dirigió hacia
mí.
“¿Qué tal llevas ese trabajo?” dijo, soltando
una sonrisa pícara, como si supiese que aquello fue una excusa.
“Bueno...”
dudé.
“Tranquila, no se lo diré a los demás.” dijo
guiñándome el ojo. “Lo que me extraña es que estés paseando a estas horas”.
“Esto… El tiempo voló. Sin darme cuenta…”
volví a dudar. Me sentía muy mal por haberle mentido a Asahi.
“¡Por cierto!” añadió antes de irse. “El fin
de semana pensábamos ir todos los del club a un karaoke, ¿te apetece venir?”
“Pero si yo no soy del…”
“Eso no importa.” sonrió. “¿Vendrás?” Se hizo
unos segundos de silencio mientras me lo pensaba cuando Kôshi añadió, dándome
golpecitos con el codo: “Asahi vendrá.” No pude evitar sorprenderme por ese
comentario a la vez que me ponía roja como un tomate. Luego él se rió y añadió
un <<¡lo sabía!>>. “Tranquila, tu secreto conmigo estará a salvo.” Me
giñó el ojo. Seguidamente me dio las buenas noches y siguió con su camino. Me
quedé un poco atónita sobre lo ocurrido pero en cuanto volví en mí, me fui a
casa inmediatamente.
Al día siguiente, fue un día de lo más normal
en mi rutina diaria. O al menos hasta que llegué al instituto. En la entrada
del instituto me topé con Asahi, Kôshi y el capitán del equipo de volleyball. Y
cómo no, salió el tema del karaoke.
“¿Al final te lo pensaste, (nombre)?” me dijo
Kôshi.
“Bueno, no sé, es muy repentino…”
“¡Será divertido!” sonrió Asahi.
“No tiene gracia si somos pocos.” añadió Daichi.
“Está bien, vendré…” me sonrojé. Los tres se
alegraron de oírlo. Mañana era sábado… Ni siquiera me conocía todos los nombres
del club, ¿cómo se supone que iba a interactuar si casi no sé nada sobre ellos?
Ese día fui a su entrenamiento y todos
parecían rebosantes de energía. Comentaban sobre la quedada de mañana y surgían
nuevos posibles planes: que si primero cine, mejor recreativos, etc., el
karaoke lo querían reservar para las primeras horas de la noche.
Ese día, Asahi también me acompañó andando a
casa. Estuve callada durante todo el trayecto, ausente en mis pensamientos.
“Hoy estás más callada de lo habitual. ¿Ha pasado
algo?” dijo mientras me buscaba los ojos que yo tenía pensativa clavados en el
suelo.
“Lo siento…” sólo pude contestar.
“¿Por qué?”
“Ayer… Ayer te mentí, no tenía ningún
trabajo, yo sólo… Sólo quería estar sola…” comencé a sollozar.
“¡¿P-por qué lloras?!” se sorprendió. Yo sólo
podía continuar sollozando.
Él resopló y luego me abrazó. Enrojecí.
“Tranquila, ya lo sabía.”
“¡¿L-lo sabías?!” me sorprendí. En ese
momento me di cuenta de lo cerca que estaba de él. Me quedé algo atontada
mirando gesticular sus labios mientras me hablaba. No me estaba enterando de
nada de lo que me estaba diciendo.
Sólo tenía ganas de besarle.
Continuará...