domingo, 31 de octubre de 2010

Tempestad

Capítulo 1:

Quedaba poco para que Samantha diera a luz. Ya había roto aguas y se dirigía al hospital con su recién marido Alex. Iban todo lo rápido que podían respetando el límite de velocidad, y aun faltaban unos cientos de metros. Samantha seguía inspirando y expirando como le recordaba su marido mientras iba conduciendo. Llegaron al hospital y enseguida les trajeron una silla de ruedas para trasladarla urgentemente a la zona de partos de maternidad. Mientras la iban preparando para el parto e iban esperando la dilatación del cuello de útero para ponerse en marcha, pero Samantha ya iba notado dolores. Cuando el cuello de útero se dilató lo bastante, los médicos se pusieron manos a la obra y ella comenzó a empujar. Pero el dolor aumentaba excesivamente a medida que ella iba empujando más, y el dolor aumentaba progresivamente. Era como si le extirpasen el útero por dentro, un dolor insoportable y que además lo afirmaba la sangre que la joven soltaba. El bebé no quería salir. Parecía que se estaba sujetando con algo afilado al útero de su madre, quizás no era cierto, pero lo parecía. Alex, que estaba a su lado, cuando vieron el estado de su mujer desangrándose, le hicieron salir de la sala. Pese a las medidas que le iban aplicando los médicos, se seguía desangrando y no tuvieron otro remedio que hacerle la cesárea que salvaría al niño. En sólo sacarlo del útero de su madre, ésta murió desangrada. Los médicos no se lo podían explicar. El útero estaba todo extirpado, llenos de lo que parecían arañazos. Miraron al niño, pero no le vieron nada indiferente y tuvieron que dejarle estar. Cuando los médicos le explicaron el fallecimiento de su recién esposa a Alex, le dio por llorar cuando nunca en la vida lo hizo y al tranquilizarse, llamó a Tía Cecilia para que se ocupara del niño.

Tía Ceci llegó al cabo de poco rato, y sustituyó al turno de guardia de Alex. Alex se dirigió hacia el desván, cogió una cuerda y comenzó a preparar su suicidio. Cuando la cuerda estuvo preparada, puso una caja debajo con una carta que escribió posteriormente para la Tía Ceci sobre el bebé y el poner fin a su vida. Mientras, ella se entretenía poniéndole caritas al niño recién nacido y éste le reía. Habían pasado cinco minutos y él todavía no había vuelto. Tía Ceci pidió  a un médico que fuera a ver si estaba bien, quién aceptó y enseguida fue a comprobarlo. El mismo médico apareció enseguida  por la puerta alarmado y con un papel en la mano.

-Creo que debería leer esta carta, señora Thunder...-le expandió la carta el médico.

<<Querida Tía Ceci:

Siento que te hayas enterado así, por medio de esta carta, pero tras la muerte de mi amada Sam, he decidido ponerle fin a mi vida. Te encargo al niño para que lo eduques y lo cuides, y hasta que le pongas nombre. Cuando sea niño, vigílale que no haga trastadas, cuando sea adolescente, que no vuelva muy tarde, y cuando sea adulto, que se case con la mujer que más ame en su vida... No permitiría que su vida fuera un caos.

Con cariño, el padre del niño,
Alexander.

P.D.: No lloréis por mí por favor... Lo decidí así.>>



Tía Ceci dejó caer una lágrima por su cara y cogió en brazos al niño. Se fijó en el extraño color de sus ojos.

-Vaya, vaya... Así que has tenido que ser tu quién heredase ése carácter oculto... Nunca pensé que volverían a existir después de la muerte de tu abuelo.-y mientras le comenzaba a cantar una nana, añadió:-Te voy a llamar... Derek.



To be continued