Capítulo 1
Era mi primer día en ese instituto...
...Y había sido trasladada a mitad de curso debido
al trabajo de mis padres. Comenzó con una tímida presentación de mi parte en
frente de la pizarra y el profesor me asignó una mesa del fondo que estaba
libre. Cuando se me asignó, todos comenzaron a murmurar algo, pero el profesor
enseguida los hizo callar. A alguno se le escapó un <<pobrecilla>> o un <<qué mala
suerte tiene>>.
Como no tenía libro para la clase, le
pedí al chico de mi izquierda que si
podía compartir el libro conmigo. Cuando se giró para responderme, pude notar
su terrorífica aura que hizo que me recorriera un escalofrío de arriba a abajo.
Era callado. Parecía mayor y haber repetido, era castaño y llevaba el pelo
recogido en un moño alto. También llevaba perilla. La verdad es que era
bastante guapo…
Él se dio cuenta de que le estaba observando
y dirigió su aterradora mirada hacia mí.
“¿Cómo te llamas?” me dijo con algo de
timidez. Me sorprendió mucho que me hablara primero.
“(nombre).” dije, aún sin bajar la guardia.
“¿El tuyo?”
“Asahi Azumane.” me dijo dedicándome una
tímida sonrisa. En esa sonrisa pude ver que detrás de esa apariencia, se
escondía un chico dulce y algo tímido. Así que dejé de sentirme aterrorizada.
No hablamos mucho, el primer día, además, él
parecía tener sus amigos… Yo, en cambio, me sentía más sola, no conocía a
nadie… Pero el segundo día se me presentaron dos chicas en mi escritorio y me
pidieron comer con ellas. Me comentaron que Azumane era de una banda de yakuzas
y otras cosas más muy extremas… Me parecieron demasiadas cosas para una
persona, así que no decidí creérmelas hasta que no lo comprobara por mí misma.
Ese día, decidí seguirlo desde que acabamos
las clases. Decían que se reunía con unos matones en el gimnasio para pelearse
cada día. Cuando vi que se dirigía hacia allí casi me dio ganas de abandonar,
pero me hice fuerte de corazón y entreabrí la puerta para espiarle. Mi sorpresa
fue bastante grata: se ve que estaba apuntado al club de volley de la escuela.
Me quedé tan atónita que no me di cuenta de que el profesor encargado de la
actividad me descubrió y me hizo pasar. Algunos integrantes del grupo venían
eufóricos hacia mí porque creían que era una admiradora secreta de alguien de
ellos, yo sólo pude decir que estaba de paso.
“Ah, esa
chica se sienta a mi lado en clase.” dijo Asahi. “Creo recordar que se llamaba…
(nombre), ¿no?”
“¿Te
acuerdas de mí?” le dije sorprendida.
“¡Normal,
eres muy guapa!” dijo un chico con la cabeza rapada, con aire entusiasta. Su
nombre era Tanaka Ryuunosuke. “¿Es una admiradora tuya, Asahi?”
“No, no
creo.” dijo mirándome. “¿Buscabas algún lugar en concreto?”
“Ehm… No, no, tranquilo, sólo estaba
paseándome pro la escuela como vuelta de recono-cimiento…” me esmeré en mentir.
“Creo que es mejor que me vaya…”
“Puedes
quedarte a vernos entrenar, si quieres” propuso un chico alto con el pelo
corto. Parecía majo.
“¿No
molesto?”
“¡En
absoluto!” contestó un chico con el pelo claro.
“Nunca tenemos espectadores, así que está
bien mientras no nos distraigas” añadió un chico muy alto con gafas. Me era
imposible memorizarme todos esos nombres de una sola vez…
Durante el entrenamiento de los chicos, pude
observar su gran pasión por el volleyball, y también pude ver el terrible combo
de dos jugadores, uno alto y otro moreno. Parece que no se acababan de llevar,
pero, juntos, eran como una explosión de dinamita. Nunca antes había visto nada
parecido.
En cuanto a Asahi, no era para nada el chico
que describían la gente de clase. Se le veía muy amigable, amable y parecía
evitar las peleas en vez de buscarlas, como se oía decir por el ins-tituto. Al
menos esa fue la impresión que tuve cuando lo vi entrenando junto a sus compa-ñeros,
quienes le trataban como a un amigo.
Con la tontería, se hizo tarde. Me quedé
durante todo el entrenamiento sin darme cuenta. La gente se comenzó a irse de
allí mientras yo volvía en sí y trataba de darme cuenta de que ya era de noche.
“¿Te acompaño a tu casa?” me preguntó Asahi
mientras se acercaba hacia mí, cogiendo su mo-chila de clase y su bolsa de deportes.
“No
vivo cerca del instituto…”
“Bueno, mi consciencia no quedará tranquila
si vas sola por la calle a estas horas.” sonrió. Me sonrojé un poco. La verdad
es que siempre me han gustado esa clase de detalles en los chicos.
“Bueno… Si insistes no me podré negar…”
Me acompañó todo el camino de vuelta, a pesar
de que era cerca de una hora caminando. Me sentí un poco mal por él porque tuvo
que hacer todo ese camino y quizás tenía que deshacerlo después de dejarme.
“Es ésta.” Le dije parándome en la entrada de
mi casa. “Bueno… Gracias por todo… Me siento algo mal por ti…”
“No te preocupes.” dijo sonriendo. Dio un
poco de marcha atrás y añadió: “¡Espero verte mañana otra vez en el
entrenamiento!” y con un <<hasta mañana>> desapareció por el fondo
de la oscura calle de mi barrio.
Me quedé un instante allí plantada pensando
en lo que había dicho y luego, como despertando de un sueño, me esmeré en
entrar en casa. Saludé a mis padres y a mi hermano pequeño, que estaban cenando
y subí a mi cuarto con la excusa de que no tenía hambre. Una vez en mi cuarto,
me tiré en la cama y abracé a uno de mis peluches, mientras pensaba en lo que
había sucedido cuando llegamos a mi casa. Estuve dándole vueltas y vueltas al
asunto y a todo el día en general cuando llegué a una sola conclusión: estaba
comenzando a enamorarme de él.